Por mi trabajo en Escoletas desde hace ya 5 años, he visto cientos de niños y cientos de padres (como se dice “cada casa es un mundo”) y lo que no se permite en una se tolera en otra, pero bueno, en la variedad está el gusto y lo que no podemos pretender es que la educación de los niños se guíe por una premisa universal.
Desde que empecé en este campo, las dudas y consultas de los padres se han repetido mucho: “Mi hijo no quiere...”, “Mi hijo dice...”, “Mi hijo hace...” Cuando hablo con estos padres parece que me hablan de sus progenitores y no de sus hijos, vamos, que viéndolo así, nuestra generación ha recibido y recibe de todos lados, tuvimos padres exigentes y tenemos hijos exigentes pero, ¿no será que nosotros hemos generado niños autoritarios?
Yo siempre he creído en una única manera de educar, poner límites y mostrarte fuerte ante los niños es la manera en la que he conseguido poder tratarlos durante años en las Escoletas, teniendo grupos de hasta 20 niños de 0-3 años y no muriendo en el intento. Una vez que les dejas claro lo que permites y lo que no se hace muy fácil trabajar con ellos, te muestran respeto, te obedecen ¡y te reciben cada semana con una sonora bienvenida! Aunque esto significa estar siempre en guardia, no dejarles pasar una y que respeten las normas.
Estos peques serán adultos dentro de unos años y si los hemos educado correctamente sabrán ganar, perder y luchar por aquello que quieren, serán amistosos y cariñosos con quienes les rodean, no utilizarán el chantaje y el lloro como manera de conseguir lo que quieren, no pegarán cuando alguien les haga la contraria, serán personas de las cuales nos podamos sentir orgullosas y ¿no es eso lo que queremos para ellos? Tenemos que pensar que han de llorar ahora para poder sonreír en el futuro, han de aprender el fracaso de pequeños para poder afrontarlo de mayores, tenemos que ser sus guías ahora para soltarles de la mano... en el futuro.